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27.05.09, CRÍTICA (AR). Nos gustan los dulces no porque sean dulces, sino que “las cosas dulces son dulces porque nos gustan”. Esta inversión de pensamiento es un lugar común darwiniano: aquellos antepasados que tenían el gusto por lo dulce almacenaban más energía que los que no lo tenían y así ganaban chances de reproducción. “No hay nada intrínsecamente dulce, las moléculas de azúcar son energéticamente valiosas y la evolución concedió a los organismos una preferencia para detectarlas”. La cita pertenece al libro Rompiendo el hechizo: la religión como fenómeno natural, de Daniel Dennett, donde argumenta que la emergencia de las religiones puede entenderse con las herramientas del darwinismo y de las ciencias naturales.
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